Leo


Imagen: H.P.Kolb


El signo de Leo, simbolizado por el león, el rey de la naturaleza, con su imagen majestuosa, su fuerza y su fiereza.

Mitológicamente, hace referencia al León de Nemea, al que Hércules tuvo que vencer en uno de sus doce trabajos.

Arquetípicamente, representa al Niño, al Rey, al Padre, al Maestro, al Héroe y en su quintaesencia es el arquetipo del Hijo Divino.

Leo es el signo del ego, visto como el yo consciente de su propia existencia, construido en base a la experiencia vital, por lo tanto es el signo que rige la toma de consciencia de sí mismo como individuo existente, que participa del proceso de la vida.

Representa esa etapa de la niñez en la que el niño hace consciencia de sí mismo, se da cuenta que es un sujeto diferenciado del resto y que es capaz de influir en su entorno a través de su presencia y sus actos. Entonces los cimientos del ego ya están conformados, permitiendo a la persona tener una ligera idea de sí mismo, una idea, no obstante, construida en base a las respuestas y estímulos que obtiene del medio y de quienes le rodean y que se vienen integrando al inconsciente desde la más tierna infancia e incluso antes.

Cuando el niño toma consciencia de que sus acciones afectan a su entorno, se da cuenta que es el protagonista de su propia vida, entonces comprende que tiene el poder de influir en el medio, de llamar la atención de los demás, de convertirse en centro de interés y de producir un efecto en quienes le rodean, se reconoce como criatura única y es capaz de definirse y autoafirmarse en base a la respuesta que recibe del mundo exterior.

También es el signo que representa la Conciencia, que se solapa bajo esa estructura egótica conformada por la programación a la que nos someten desde antes que nacemos y, a lo largo de la vida, nuestros padres y nuestro entorno y que somos susceptibles de reafirmar, o bien, de disolver para que la conciencia pueda brillar, como si de limpiar un cristal empañado se tratase.

Cuando brilla la conciencia se comprende y se realiza que se es capaz de dar, no sólo de recibir, de ser creador, no sólo criatura.

Surgen entonces cualidades como la generosidad, la colaboración, la creatividad, la nobleza, la magnanimidad.

Cuando brota el ego afloran defectos tales como el egoísmo, el egotismo, el orgullo, la arrogancia, la autocracia.

Sea como sea, Leo es un signo que irradia poderío, brilla con su sola presencia, sabe mejor que nadie como conquistar la atención de los otros y ser el centro de todas las miradas.

Por si fuera poco, derrocha talento y creatividad y tiene grandes dotes de líder.

Carismático y popular, es un signo típico de reyes y líderes políticos, así como también de actores y otras personas del mundo del espectáculo.

Es afectuoso y muy juguetón y disfruta a cada instante del hecho de estar vivo.

Tiene facilidades para la enseñanza, para transmitir conocimientos a otros, por ello también es el signo del Maestro, el guía, que ilumina el camino de otros con su visión más elevada.

A nivel de relaciones, le atrae la gente sociable y más bien de tipo intelectual. Como pareja querrá alguien libre, independiente, diferente, original, que le aporte novedad a su vida, pero que no se parezca mucho a él, quizá para que no opaque su brillo, o bien para poder aprender cosas nuevas, ya que Leo es también el aprendiz.  En todo caso, buscará siempre una relación basada en la amistad antes que otra cosa.

Es un signo muy ligón y que tiende a sentirse atraído por más de una persona a la vez, lanzándose con mucho entusiasmo a la conquista.

En el plano profesional, le llevará su buena cuota de tiempo, quizá más que a otros signos, labrarse una carrera, pero trabajará arduamente en ello, alcanzando sus metas de forma lenta pero segura. En el trabajo se exige mucho, desempeñándose con mucha disciplina y organización.

Leo es también el signo del heroísmo, de la acción, del atreverse a superar los retos que la vida nos presenta y a disolver nuestra sombra iluminando cada resquicio de obscuridad, tal como lo haría el sol, aunque la eficacia de ello dependerá del grado de conciencia desde el cual se manifieste su accionar;  el sol cuando está bajo en el firmamento produce sombras ante cualquier obstáculo que se presente, en cambio cuando se encuentra más elevado en el horizonte la sombra es menor.  Alcanzar esa visión más elevada es quizá el más importante reto de Leo, pues de esa visión dependerá que su éxito sea más o menos pleno y su victoria sea limpia y luminosa.

Un valor que Leo debe cultivar es la humildad, evitando ser deslumbrado por su propia Luz, para no enceguecerse y creer que el mundo sólo depende de él.  Ha de aprender que sólo quien se reconoce pequeño en su grandeza, puede ser grande en su nimiedad.



Nathacha Oura
Astróloga y Taróloga

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